Queridos amigos:
«Un día fui a una casa de ancianos. En uno de los cuartos había una señora muy triste, llorando. Me sentí muy mal. Pregunté a las enfermeras cuál era el problema. Ellas dijeron que la señora tenía una hija, pero que ya llevaba dos navidades sin ir a visitarla. Cuando la señora le preguntó a su hija por qué no la visitaba, ella le dijo que tenía dos perros que no podía dejar solos. Entonces, me puse a pensar en cómo se sentiría esta persona. Pensé cómo sería si cuando yo fuera joven, tuviera una hija, a la que me dedicaría con mucho esfuerzo, trabajaría mucho para procurarla. Y ahora que he envejecido, no tiene tiempo para verme, cuando yo ya soy mayor y sólo estoy esperando el momento de morirme.
En ese mismo lugar, mientras daba la conferencia muy amena, contando chistes y haciendo bromas, una señora quiso preguntar algo y las enfermeras enmudecieron sorprendidas, pues esta persona llevaba tres años sin emitir palabra. Estas historias son prueba de que todos deseamos que nos quieran.
Así que, si quieres que te quieran, ponte en el lugar de los demás. Por ejemplo, si quieren tener buena comunicación con sus hijos, primero deben ponerse en los zapatos de ellos.
Esto es lo que llamo “punto ciego emocional”; es decir, nuestras emociones siempre están buscando cómo reaccionar a lo que está pasando, pero nunca tenemos tiempo de ponernos en el lugar de los demás. Si puedes hacer esto, será más fácil entender a tus hijos, entender a tu familia, incluso te ayudará a que tú mismo te entiendas más.»
0 comentarios:
Publicar un comentario